jueves, 3 de septiembre de 2009

Declaración / A doscientos años de la Revolución de Mayo


Argentina hacia la segunda y definitiva independencia

En el marco del festival artístico que La Marea realizó en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires del 2007, fue presentada la declaración que reproducimos aquí.

Argentina nació de la lucha contra la dominación colonial española en el siglo XIX, y actualmente debe seguir luchando junto a los países hermanos de América Latina, y demás naciones y pueblos oprimidos del Tercer Mundo, contra la dominación imperialista y los intereses económicos locales que la favorecen.
Los heroicos levantamientos de Tupac Amaru y Tupac Catari, el rechazo de las invasiones inglesas al Río de la Plata, las insurrecciones de Chuquisaca y La Paz –entre los hitos más destacados de la lucha anticolonial en el sur del continente– llevarían a la Revolución de Mayo de 1810 y la guerra de la Independencia, como parte de la primera revolución liberadora de América Latina. Este proceso cerró la etapa de lucha anticolonial en lo que hoy es la Argentina y llevó a la declaración de nuestra independencia en 1816, pero su resolución definitiva quedó pendiente.
El preciado triunfo, alcanzado en 1824 con la derrota de las últimas tropas enemigas en Junín y Ayacucho por los ejércitos patrios reunidos bajo la dirección de Bolívar, fue mérito de la lucha común y la unidad antiespañola lograda por los patriotas y dirigentes revolucionarios –en nuestro caso, Moreno, Castelli, Belgrano, San Martín, Artigas, entre otros– junto a los pueblos aborígenes, negros y criollos. Para completar y profundizar ese triunfo, debería haberse logrado un cambio revolucionario en lo económico y social. Sin embargo, derrotada la posición revolucionaria, y controlados los sectores populares, el proceso de independencia quedó inconcluso. La elite terrateniente y de comerciantes intermediarios privilegió sus intereses agropecuarios y mercantiles (exportadores e importadores), impuso un creciente vínculo comercial y financiero con el joven capitalismo británico, profundizó el desarrollo desigual de Buenos Aires respecto del resto de las provincias, y acrecentó las diferencias sociales y la explotación en todo el país.
Recién iniciado el siglo XX, al conmemorarse el centenario de la Revolución de Mayo, la oligarquía terrateniente festejó la consolidación del estado nacional oligárquico-imperialista. Una fachada de opulencia y “democracia” enmascaraba el fraude electoral, la corrupción, los bajos salarios, la falta de vivienda y educación en una Argentina “granero del mundo”, próspera para unos pocos, donde regían el Estado de Sitio y las leyes antipopulares de Residencia y de Seguridad Social. Esa prosperidad económica basada en las exportaciones agropecuarias –que muy pronto encontraría su límite– suponía el ahogo inmediato de cualquier expresión de rebeldía y oposición que denunciara las reales condiciones sociales existentes, y sólo daba cabida a las odas festivas al estilo de Leopoldo Lugones.
Al aproximarse el bicentenario de la Revolución de Mayo, se ponen nuevamente en debate sus alcances y su nexo con la actualidad de la Argentina y el contexto internacional. Para algunos, es un hecho histórico para ser recordado, pero sin vincularlo con nuestro presente y perspectivas. Para otros, una oportunidad de reescribir la historia para convalidar las condiciones actuales.
Para el actual gobierno, que ya inició los preparativos para conmemorarlo, el bicentenario de la Revolución de Mayo es (en palabras del Secretario de Cultura, José Nun): “…un gran momento de entusiasmo colectivo, de efervescencia de la sociedad, que la hace revisar sus valores, y normas, que la hace cuestionar lo que daba por descontado… nuestra apuesta es que, desde ahora, el bicentenario se vaya constituyendo en ese gran momento de entusiasmo colectivo que nos permita replantearnos nuestros modos de construir la realidad y quebrar definitivamente la secuencia de las innumerables crisis que hemos venido padeciendo y que todavía sufrimos”. (“Construir bicentenarios: Argentina”, Caras y Caretas, The New School, Bs. As., 2006).
Pero en una Argentina dependiente, oprimida y disputada por varias potencias imperialistas, en la que se agigantan las diferencias sociales; en un mundo en el que se agudizan las contradicciones interimperialistas y crece la lucha de los pueblos por su liberación, ¿qué se recupera del pasado, en virtud de qué presente y para construir qué futuro?, ¿quién escribe la historia desde este presente y para qué?
En los últimos cien años, el pueblo argentino ha protagonizado gestas fundamentales en el camino de su liberación: desde la Semana Roja de 1909, el Grito de Alcorta en 1912, las revoluciones radicales, la Reforma Universitaria, la Semana de Enero de 1919, la Patagonia Rebelde, las huelgas de la construcción en 1936, el 17 de Octubre, la movilización contra la Universidad “Libre” bajo Frondizi, el Cordobazo, las luchas contra la dictadura militar y por la soberanía en Malvinas, hasta las puebladas de los ’90 que se rebelaron contra el hambre de los “ajustes” económicos de Menem y De La Rúa. Estas puebladas abrieron paso al Argentinazo de 2001 que enfrentó al Estado de Sitio, derrocó al gobierno e impuso la consigna “que se vayan todos”. Viejas y nuevas formas de protagonismo popular, acompañadas hoy de una gran avidez por conocer las tramas ocultas de la historia y la política.
Las clases dominantes intentan aplacar esta avidez, desviar ese ímpetu popular que busca desatar los lazos de la dependencia. Para ello utilizan nuevamente el argumento saavedrista de que “las brevas no están maduras”, la posición alvearista de buscar “protectorados”, o la diplomacia rivadaviana para que “al cambiar, no cambie nada”. Sin embargo, nuestro pueblo no ha resignado la búsqueda de las verdaderas transformaciones políticas y económicas que eliminen de raíz los males que lo empobrecen.
Los argentinos queremos recobrar los resortes claves de nuestra economía y de la política. Y en cada una de las batallas que libramos en este camino debemos rescatar el espíritu de Mayo y evitar que sea nuevamente desviado de su objetivo. Recuperar la verdadera historia implica que el debate y el balance estén en manos del pueblo, para concretar lo que hasta ahora no se hizo: ser duros con los extranjeros que vienen –como señalaba Moreno– “a comprar por cuatro para luego vender a ocho”. Y, recordando con San Martín que “para los hombres de coraje se han hecho las empresas”, hacer realidad el lema artiguista de que los “más infelices sean los más privilegiados”.
Convocamos a unirnos y organizar actividades en defensa de las condiciones que hacen al sustento y desarrollo de nuestra cultura e identidad argentina.

• Contra todo intento de destruir o desvirtuar la cultura nacional y popular.
• Por mayor presupuesto a Cultura y Educación.
• Fomento e intercambio en todas las áreas de la producción artística, cultural y técnica.
• Por la recuperación y nacionalización de nuestro patrimonio cultural.
• Por la recuperación de nuestras fuentes de recursos naturales.
• Por la recuperación y generación de fuentes de trabajo.
• Por la nacionalización y estatización de las empresas estratégicas para el desarrollo y la seguridad nacional (comunicaciones, transporte, energía, etc.).
• En apoyo a las reivindicaciones de los trabajadores de la cultura de todo el país.
• Difusión y fomento de las producciones culturales populares, en especial las históricamente discriminadas
• Por una regulación anti-monopólica de los medios de comunicación y las industrias culturales.
• Por la preservación del patrimonio arquitectónico y los monumentos nacionales.
• Por la sanción de leyes propuestas o consensuadas por los trabajadores de la cultura, de todas las disciplinas, que respondan a las necesidades actuales.
• En apoyo a las luchas en defensa de la educación y la salud, públicas y gratuitas.
• Por el respeto y desarrollo de las culturas aborígenes, contra su discriminación y por el derecho a la propiedad de la tierra.


Primeros adherentes:
Adela Adl, Rafael Amor, Teresa Arijón, Eduardo Azcuy Ameghino, Mónica Besada, Celia Birenbaum, Eduardo Birentzwag, Dora Blanco, Jorge Brega, Ana Cabrera, Luisa Calcumil, Ana Candioti, Pilar Campos, Jorge Carrizo, Elena Castresana, Teresita Castrillejo, María Cels, Stella Cipriani, Adolfo Columbres, Casilda Chazarreta, Karina Chernajovsky, Mirta Dans, Víctor Delgado, Roberto Di Giano, Diana Dowek, Nelly Durán, Marina El Halabi, Gabriel Fascina, Camila Fernández, Justina Frnández, Teodoro Fernández, Diana Flax, Ana Fraile, Pancha Gallardo, Dora Gianoni, Liliana Giordano, Rubén Laufer, Sivia Laurel, Lilia López, Ida Lorenzo, Patricia Luppi, Milena Macías, Diego Mare, Rosa Marcone, Cristina Mateu, Alicia Melpuerto, Diana Milstein, Ana Maldonado, Rosa Nassif, Alicia Novel, Lidya Orsi, Miguel Padilla, Suma Paz, Jorge Paladino, Ana Pampliega de Quiroga, Marcos Pargo, Beatriz Pedro, Graciela Pérez, Josefina Perez, Maria Pietrageli, Nora Petri, Derli Prada, Josefina Racedo, Rolando Revagliatti, Gloria Rodríguez, Emilio Román, Beatriz Romero, Elizabeth Rovere, Beatriz Sánchez, Armando Sigler Relgis, Carlos Solís, Claudio Spiguel, Luis Strok, Noemi Tavares, Mariana Tavos Banska, Otto Vargas, Guillermo Volkind, Ana Maldonado,Miguel Dedovich,Tato Corte,Cacho Echague,
Carlos Torreiro, director de teatro, Rosana Brusain prof. de Danza, Centro Cultural Aime Paine de Fiske Menuco Rio Negro, Berta Wexler, Javier Crego, músico, Graciela Tejero Coni, docente...
Adhesiones:
Correo electrónico: bicentenariomayo@yahoo.com.ar
Correo postal o personalmente: Centro Cultural Raíces, Agrelo 3045, Ciudad de Buenos Aires.

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